Es el mejor momento para conocer a la modelo representada por Nativo Management.
De Camila Hernández se dice que ha logrado sonrojar a un tul de siete capas. El año que corre apenas despertaba cuando protagonizó un editorial en la edición de los Países Bálticos de L’Officiel, vestida de pies a cabeza con la sensibilidad de Daniel Furlong, el modelo y estilista andrógino que en 2014 abrió camino a la presencia de identidades fuera de la heteronorma en la industria de México.
Es el momento: la comunidad LGBTI+ está transformando a la moda nacional. Entre pasillos subterráneos que llevan a un camerino, la veo grabarse a sí misma para Instagram, envuelta en un vaporoso Iván Ávalos, pero nadie podría observar ni en una decena de historias verticales lo que se despliega frente a mí. Veo nubes: el balance entre su melena, condena rizada, coronando el vestido bugambilia.
La función está por comenzar, haremos un fashion film en un teatro majestuoso que los productores hallaron inesperadamente detrás de la Presa Madín, en Ciudad de México (se estrenará el sábado 26 de junio en el canal de YouTube de Fashion Week México). Es el momento preciso para conocer a Camila Hernández. Sus botas, altísimas, anuncian su llegada con un clac clac al tocar la duela. Casi sin verlas, uno sabría que son rojas y de charol. No podría ser de otro modo, es la hora de la estrella.
Su primer nombre es Estrella, como se publicó en Vogue México. A los 17 años incursionó al modelaje de manera amateur en su ciudad natal, Huamantla, Tlaxcala, colaborando con diseñadores locales. Han pasado ocho años desde entonces: algunas mudanzas, algunos miedos, una pandemia.
“En una ocasión me hicieron unos desnudos que serían expuestos en París. El trabajo fue súper profesional y artístico, pero la idea de confrontarme con mi propio cuerpo y exponerlo frente a todo el equipo de trabajo —fotógrafo, estilista, maquillistas, modelos, gente de peinado— fue muy difícil para mí”.
Hace tiempo que vive y trabaja en Ciudad de México, estaba lista para ser ella, perfeccionar su técnica de caminado y poses. Pronto fue fichada por Nativo Management, su agencia madre, conocida por representar la belleza atípica que está transformando páginas editoriales y campañas; pronto, estereotipos y miradas.
No es común: Camila, una modelo destacada, pero al fin una modelo en una industria salvaje y efímera, ha sabido confrontar los aspectos menos agradables de la industria. Y la moda, digamos, vive en contradicción. Camila, en cambio, es un caramelo.
Y dice: “Cuando iba comenzando, por mi cuenta, iba a los castings y veía a todas las niñas perfectas… más adelante vi que en la industria existían todo tipo de bellezas, caras, cuerpos, tipos de piel y texturas de cabello, entendí que para todo hay gustos y oportunidades”.
Algunos de sus fotógrafos mexicanos favoritos: Pablo Méndez, Eugenio Schulz, Abel Anaya y Alex Córdova. Le gustaría ser retratada por David LaChapelle, artista del pop y la fe. ¿Quién más podría darle un halo sagrado, unas alas?, ¿quién más podrá construir un castillo en llamas para Camila? Si está escrito, puede ser imaginado. ‘Imaginar’ proviene del sustantivo latino ‘imaginatĭo ,-ōnis’: representación, imagen, idea, ilusión. Contiene la acción y efecto de figurar. Ahí hay una imagen, cada lector ya ha creado una distinta. Ahí está Camila Hernández, ¿pueden verla?